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    La explotación de la piangua, que sostiene a 30 mil familias, sobrepasó su límite sostenible.
    Capturar pianguas es como salir a una faena de pesca en la tierra. Desde la frontera con Panamá hasta Nariño, y sobre todo en Bahía Málaga, Timbiquí, Güapi, Tumaco, Buenaventura y en los alrededores del parque Sanquianga (Nariño), miles de mujeres hacen pequeñas expediciones entre los humedales para capturar a este molusco, que sostiene una parte de la alimentación del Pacífico. Todo se resume en una frase: “El hombre se va a pescar y la mujer, a pianguar”.La piangua es una almeja negra de alto valor nutritivo, que abunda en los manglares. En estas zonas del país, es preparada en caldos, sopas, guisos y ceviches, y hace parte de la canasta básica familiar del Pacífico.Su particular sabor ha trascendido a la alta cocina colombiana, al punto que una receta de tamales hechos con base en este molusco resultaron ganadores, en el 2008, del Premio Nacional de Gastronomía.Sin embargo, el recurso alimentario, del que dependen más de 30.000 familias para su subsistencia, vive momentos de crisis y es urgente que su explotación sea ordenada.En síntesis, requiere pasar de la ruta de la extinción a la de su pronta conservación.Hoy se extraen 450 millones de pianguas al año, cifra que llevó a una de sus especies (A. tuberculosa) a ser incluida dentro del Libro rojo de invertebrados de Colombia, que alerta sobre la situación de peligro en que se encuentran.Este panorama alarmante, que no se había medido anteriormente, pero que muchos ya sospechaban, es una de las conclusiones del estudio ‘Potencial productivo de las poblaciones de la piangua en el Pacífico colombiano’, que será premiado el próximo miércoles por la Fundación Alejandro Ángel Escobar, en la categoría de medio ambiente, y que fue desarrollado por el Fondo Mundial para la Naturaleza (WWF), el Instituto de Investigaciones Marinas y Costeras (Invemar) y la Universidad del Valle.”La piangua dejó de ser un recurso destinado a la subsistencia para convertirse en una actividad comercial, y ese cambio la está acabando”, le explicó a EL TIEMPO Silvana Espinosa, del Invemar, y coordinadora del informe.Espinosa informó que el 80 por ciento de este recurso está siendo exportado al Ecuador, que lo demanda con afán, también con fines gastronómicos, debido a que allí ya se extinguió.”Eso no puede ocurrir en Colombia, porque se pone en riesgo la economía de las comunidades afrodescendientes y que viven en condiciones de marginalidad”, agregó Espinosa.De todas maneras, el riesgo es una realidad. Según Juan Manuel Díaz, director científico de la Fundación MarViva, y luego de otro diagnóstico que esta organización logró con las pesquerías de esta parte de Colombia, esa extracción descontrolada de pianguas ha disminuido sus tallas.Precisamente, Espinosa dice que uno de los aportes de la investigación en campo fue la creación de un piangüímetro, que permite a las mujeres medir las conchas en pleno humedal para no extraerlas antes de tiempo.Esto rompe la informalidad con la que se calcula el tamaño correcto del molusco, que se reduce a medirlo con la mano o a usar una malla que filtra a los más pequeños.”Hoy, solo el 30 por ciento de las pianguas superan los 5 centímetros. Si las siguen sacando tan pequeñas, el alimento va a colapsar”, opinó la experta.Ya se tiene el diagnóstico. Falta diseñar un plan de manejo. La meta para lograrlo es el 2019, para que la explotación de este alimento, así como la del camarón, el caracol pala y la langosta, pueda prolongarse en el tiempo.
     
    Fuente: Eltiempo.com